Simulando un humano

lunes, diciembre 10, 2007

Tesoros

Me gustan los anillos dorados, pero no todos. Me gustan esos anillos dorados gastados que están en los dedos de quien hace muchos años se casó con una persona a la que creía conocer.

Esos anillos que están rodeados y, normalmente, desbordados de carne magra y fofa. Carne que cuando se puso por primera vez el anillo no estaba allí, pero que ha ido apareciendo con el paso de años y las comilonas. Toda esa carne ahora convierte en una misión imposible quitárselo. Hace que no le llegue sangre al dedo y se vaya poniendo, primero azul y luego morado.

Ese anillo que es testigo mudo y cabrón del paso de los años, de tus años. ¿Qué habría sido de ti si en lugar de pasar una noche en el granero de tu pueblo te hubieras ido de fiesta con tus amigos?. Ahora ya es tarde para ti.

RyC